El día en que Ko Isono se suicidó para no tener que programar más

En 1993, Apple lanzó al mercado el Newton, un dispositivo de un tamaño sin precedentes que, entre otras funciones, era capaz de convertir la escritura manuscrita en texto digital.

El desarrollo del software del Newton estuvo marcado por un ambiente de trabajo extremadamente exigente, con jornadas interminables y sin descanso, ni siquiera durante los días festivos. Se estima que unos treinta desarrolladores programaron un millón de líneas de código. Entre ellos estaba Ko Isono. El 12 de diciembre de 1992, Isono regresó a su hogar, tomó una pistola y se suicidó disparándose en el corazón. Una semana más tarde, otro programador sufrió un ataque de nervios, agredió a su compañero de piso y fue encarcelado. Estos son solo algunos ejemplos de las severas crisis emocionales y de ansiedad que afectaron al equipo.

Ko Isono trabajaba en un proyecto crítico para Apple, no era un becario y, se presume, tenía un salario considerable. Para sorpresa de sus colegas, se había casado recientemente en un viaje a Japón y había traído a su esposa a vivir con él en Silicon Valley. Pronto, su esposa se sintió desolada: estaba en un país extranjero y prácticamente abandonada por su marido, que apenas pasaba tiempo en casa. Aunque el trabajo no fue la única causa, parece razonable considerar que contribuyó significativamente al suicidio de Isono.

¿Por qué el desarrollo del Newton resultó ser tan problemático? Intentaré detallar las tres principales causas que, en mi opinión, hicieron la vida insufrible para el equipo de desarrollo.

  • Falsas expectativas: Se prometieron características revolucionarias para el Newton, incluido el reconocimiento de escritura manuscrita. Lo que ahora puede parecer trivial era, hace 25 años, un desafío monumental. De un concepto inicial se intentó pasar directamente a un producto de consumo sin dedicar el tiempo necesario a la investigación. Tras descartar cuatro años de trabajo, se empezó de nuevo desde cero. Sin embargo, esto no mejoró la situación. En una prueba, por ejemplo, al escribir a mano «¿Catching on?» (¿Entendiendo?), el Newton lo interpretó como «Egg freckles» (Pecas de huevo), lo cual se convirtió en una broma interna en Apple.
  • Plazos de entrega irreales: Según el New York Times, John Sculley prometió demasiado en muy poco tiempo. Mientras Sculley anticipaba una nueva era en la informática, el desarrollo apenas estaba comenzando. Se fijó como objetivo abril de 1992 para finalizar el Newton, un plazo completamente irreal. Esto llevó a jornadas laborales de 18 horas sin vacaciones. Después del suicidio de Ko Isono, muchos programadores tomaron vacaciones en Navidad, aunque un pequeño grupo permaneció bajo las órdenes de Steven Capps en un «esfuerzo heroico». Finalmente, el Newton se lanzó en agosto de 1993.
  • Falta de comunicación: Apple depositó todas sus esperanzas en el Newton, un producto tan adelantado a su tiempo que precedió al iPad por dos décadas. Con la alta dirección presionando para su lanzamiento, era difícil admitir lo que todos los desarrolladores ya sabían antes de comenzar: el Newton no estaría listo a tiempo. Alguien debería haber intervenido y gestionado las expectativas adecuadamente. La falta de comunicación o la negativa a escuchar llevó a una espiral de decisiones equivocadas en un intento desesperado por cumplir con los plazos y las expectativas.

A pesar de que el Newton finalmente se lanzó al mercado, John Sculley ya no estaba al frente de Apple. Aunque el dispositivo contó con un núcleo de seguidores leales, la nueva dirección de la compañía tenía otras prioridades y no promocionó suficientemente el producto. Poco después de regresar a Apple, Steve Jobs descontinuó el Newton, en lo que algunos interpretaron como una venganza contra Sculley, quien lo había despedido en 1985.

La importancia de esta historia

Conocí la historia de Ko Isono en una exposición de Doug Menuez en el Palacio de la Virreina, en Barcelona, y me impactó profundamente. La exposición sugería que Isono se suicidó el día que se decidió descartar todo el trabajo realizado hasta ese momento y empezar de nuevo desde cero, una decisión impactante. Aunque no he podido confirmar si ese fue exactamente el día de su suicidio, los motivos detrás de su trágica decisión siguen presentes. Meses antes de la exposición, presencié a una colega sufrir un ataque de nervios al salir del trabajo. Nos encontrábamos en un proyecto que, inicialmente previsto para tres meses, se extendió por tres años. Las constantes horas extra, el descarte y reprogramación del trabajo, y los plazos de entrega irreales generaron un ambiente de estrés, ataques de nervios, desmayos e insomnio. La irresponsabilidad de algunos tuvo graves repercusiones en la salud de muchos.

Esta situación no es única de aquel tiempo; proyectos actuales siguen enfrentando desafíos similares. Es responsabilidad de todos, desde los programadores hasta los jefes de proyecto y directores de operaciones, identificar y abordar estos problemas.

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